domingo, 7 de noviembre de 2010

Del trastero

Antiguas y sin polvo

No te puedes ni imaginar la cara de imbécil que se te puso cuando viste que te miré aquella herida. Es de esas heridas viejas que crees que ya han cicatrizado, que las tienes en el último cajón del trastero llenas de polvo. Y cuando te quieres dar cuenta están justo debajo de tu ropa, para recordarte todo ese sufrimiento y para hacerte morir de vergüenza bajo el temor de que alguien las pueda reconocer. Sé que a veces serías capaz de jurar que la vergüenza es el sentimiento más detestable que existe, incluso más que el dolor.

Así que todo ese baluarte y madurez que creías haberte ganado de la manera más honrosa no era una vivencia real sino un espejismo, y se parece más a un castillo de arena que a una verdadera fortaleza.

¿Me equivoco?
Yo también tengo heridas de esas, pero aún no me las has visto.