sábado, 19 de febrero de 2011

Después de las diez

donde solía llorar y dormir después de las diez.

En la mecedora del cuarto de mis padres solía llorar y dormir después de las diez.
A las diez debía estar dormida, si todo iba bien. A veces esto no era así, y no es que hubiese ningún problema ,sino simplemente que no me dormía. Entonces era oír desde mi habitación las noticias de la dos, que eran a las diez, y un calor agobiante me abrumaba. Para mí era como si se descuadrase todo, fuera culpa mía y,además, no fuera capaz de controlarlo.
Es de las pocas situaciones agobiantes que recuerdo en mi vida. Y digo agobiante en el sentido de algo sofocante que te supera,una mezcla de estrés y miedo.
Solía ir al comedor y decir (como si estuviera anunciando el fin del mundo): "no me duermo". Daría lo que fuera por poder volver y convencerme a mí misma de que no pasaba nada. Pero claro, entonces no tendría gracia esto del tiempo.
El caso es que mi madre siempre me tomaba y me llevaba a la mecedora. Me pregunto cuántas veces la habrá impulsado y si algún día yo seré capaz de devolvérselo.
Reproduzco la melodía de las noticias de la dos en mi cabeza como si las estuviera viendo ahora mismo, y también las imágenes de la cabecera que se iban superponiendo.
Es curioso el mecanismo de nuestra memoria selectiva, porque me acuerdo de todo eso y sin embargo he confundido la mecedora de la foto con la que había en la habitación de mis padres.


Las situaciones de pánico nocturno han estado siempre presentes, desde bien pequeña.