Dicen que si se supiera lo inestable de nuestros recuerdos, lo tramposos y mentirosos que pueden ser, si los hay, probablemente los testigos desaparecerían y sus testimonios dejarían de tener validez en los procesos judiciales. Y me lo creo.
El tiempo pasa y no pasa en vano. Decimos que cura, pero en realidad no nos cura, solamente nos anestesia. Nos engaña a su antojo para hacer que estemos cómodos con nuestro hoy. Nos hace creer que ayer ya no nos duele, ni nos importa. Nos dice que nos acordamos de lo más bonito, pero sólo nos acordamos de lo más banal, porque lo bonito nos hace daño, porque ya no es.
Y el día que queramos acordarnos de un ayer no tan lejano, y veamos lo poco que recordamos de él hoy… ¿Qué haremos? ¿Qué más podremos hacer más que sacar de una caja todos los recuerdos que tengamos (materiales en este caso) y morir de nostalgia? ¿Hay algo más aparte de dejar que, de nuevo, unos cuantos minutos borren esa dulce tristeza y nos hagan olvidar lo que fue y no será nunca más? Podemos engañarnos hasta cien mil veces al día. Al final sólo tenemos el ahora, el hoy, y todo lo material del ayer. Porque lo que queda en nuestra mente sólo son recuerdos distorsionados que ella misma nos ofrece y nos roba a tontas y a locas.
Las emociones y los sentimientos de ayer que quedan en tu recuerdo no son más que fantasmas. Porque si ya no viven (ya no viven, repítelo)… ¿Qué más puede quedar de ellas?
Decir que el tiempo cura es una paradoja y un eufemismo. Sólo nos deja más vacíos. Pero de otro modo no podríamos seguir adelante.
Mme que echa de menos.