viernes, 22 de octubre de 2010

Quarante quatre

Puerto

"Un jour j'ai vu le soleil se coucher quarante quatre fois!"
Et un peu plus tard tu ajoutais:
"Tu sais...quand on est tellement triste on aime les couchers de soleil...
- Le jour des quarante quatre fois, tu étais donc tellement triste?"
Mais le petit prince ne répondit pas.


Le petit prince



jueves, 21 de octubre de 2010

Que por cierto,

Olympia2008 114

Me tropecé porque soy muy torpe y fui a parar a la ventana, con la mala suerte de que de pronto me hice como de polvo, atravesé los barrotes y caí. Juraría que no había más de tres metros entre mi ventana y el patio, pero de repente me vi bajando más de veinte pisos y cayendo directa hacia el mar. A mí me habían contado que si bajabas en caída libre tantos metros, antes de morir por el golpe, morías por un ataque al corazón, pero debe ser leyenda urbana porque averigüé lo fría que estaba el agua. Estuve esperando con inquietud ese momento en el que respiras y dejas que entre todo el agua a tus pulmones, que según las malas lenguas es similar a un buen colocón, pero podría haber estado esperando eternamente. Y yo nunca he tenido una eternidad para esperar. Por eso no soy paciente. El caso es que llegué a tocar el fondo, el del mar, y como si fuera de arenas movedizas me empezó a succionar hacia adentro. Todo esto está oscuro. Creo que no puedo bajar más, ni entrar más. Estoy aquí en el centro de la tierra, que por cierto, ¿no debería estar ardiendo? Tengo un frío que me muero.


Hiperbreves
La servilleta editorial


miércoles, 13 de octubre de 2010

El bikini

Cristal



Estaba desquiciado buscando. El simple hecho de ver la habitación patas arriba, con las camisetas colgando de las puertas de los armarios, la lámpara volcada, de forma que solo alumbraba la ventana, y mil fotos esparcidas por el suelo, le hacía cabrearse aún más y obcecarse progresivamente hasta quién sabe donde. Enfrascado en su labor trastornada lo encontró, sin ser eso lo que iba buscando. Fucsia, con ese color tan estridente que ya tenía en su época. Ese color que sólo su cuerpo dorado podía lucir con elegancia. Arrugado y olvidado en el fondo del cajón, como los papeles producto de su inspiración nocturna. Desgastado…como su amor, que lo habían usado demasiado.
Con el bikini en las manos, totalmente calmado y con la nostalgia brotándole de los dedos, llego a la conclusión de que aquel bikini era la metáfora más bonita de su amor apaciguado, sin pasión ni incertidumbre.
Cerro los ojos, y empezó a oir las olas chocando en las rocas, la gente jugando a las cartas,…
Repentinamente olio a sal: le había caído una lagrima, sin su permiso. Bella, traicionera, y delicada, aquella lágrima provocó la lluvia de unas cuantas más.
Porque imaginar es lo que nos alivia a todos, imaginó que en ese preciso instante entraba ella. Y que acongojada ante aquel panorama le proponía entusiasmada ir el domingo a la playa.



Anónimo