domingo, 28 de marzo de 2010

Ciento noventa y dos.








La esencia de la realidad es cambio, el cambio es energía, gozo eterno.
Pensando racionalmente no se goza porque el racionalismo es antierótico, abstracto, jeroglífico. El silogismo es un tic tac que da cuerda a la cabeza para que se aburra pendularmente en rosarios de argumentos.












Filosofías del underground/Luis Racionero




sábado, 20 de marzo de 2010

Tempo rubato

Sol, Madrid.

Perdóname por empezar en anacrusa,
pianissima dulzura la mia.
Llevo varios pentagramas en silencio,
pero ya me he puesto la armadura
y quiero susurrarte hasta quedarme afónica.
Crescendo
Soy la mirada redonda y grave,
la sonrisa semifusa que alegra a cualquiera.
El bemol constante, el sostenido fácil.Becuadro.
Sforzando
Déjame que empiece en anacrusa,
que voy a acariciarte la espalda
andando de puntillas,
exagerando mis pasos y desafiando el ritmo.

Voy a coger tu respiración un día de lluvia, o de sol,nube, y la voy a manejar a tempo rubato.


Eme Pé


miércoles, 17 de marzo de 2010

Hor I

Cienfuegos


Perdóname, no puedo hablar más alto.
No sé cuándo me oirás, tú, a quien me dirijo.
¿Y acaso me oirás?
Mi nombre es Hor.
Te ruego que acerques tu oído a mi boca, por lejos que estés de mí,ahora o siempre. De otro modo no puedo hacerme entender por tí. Y aunque te avengas a satisfacer mi ruego, quedarán muchas cosas que tendrás que desvelar por tu cuenta.
Necesito tu voz donde la mía falla.






Michael Ende: El espejo en el espejo


martes, 2 de marzo de 2010

Volver al Mendaur

Munich museum


Durante el movimiento de circunducción de sus ojos sólo se concentró en apretar aún más los labios.
Con una retroversión de su brazo, y algún que otro componente de pronación, tentó la aguja clavada en su espalda y la arrancó. Estiró los labios, enseñó los dientes, arrugó los ojos.
Dolía.
Una vez recuperada su expresión inicial, aproximó la susodicha aguja hasta poco más de cuatro centímetros de su escarpada nariz.
Puso bizcos los ojos y la observó con atención.
Después la dejó junto a las otras tropecientas agujas que se había ido arrancando por todo su cuerpo: espalda, piernas,brazos, barriga...ombligo.

Tenía el cogote lleno de despertadores a punto de sonar. Los relojes se habían atrincherado en su hueco poplíteo y no le daban ni un respiro. Se sentía como una olla a presión a punto de estallar.
Tenía trazado en las palmas de sus manos un mapa de isobaras que no anunciaba más que altas presiones (solo que esta vez el anticiclón no auguraba nada bueno), así que apretaba con fuerza los puños, para no verlo.

Entre tanta aguja de presión, temperatura, tiempo y demás, sólo piensa en el Mendaur.