domingo, 6 de septiembre de 2009

Melodías

Verona.



Estaba entre dos teclas blancas, concretamente entre si y re. Como tenía miedo, vacilaba y atrasaba su pie derecho, apoyándolo dulcemente sobre la. Después miraba a su alrededor y parpadeaba lentamente, y de nuevo volvía a la carga. La, re,…
Fue ese dudar de sus diminutos pies, esa inseguridad de sus pasos, lo que hizo levantar mi mirada buscando aquella melodía.

Allí la ví por primera vez. Y allí me vio ella por primera vez. Los dos nos miramos fijamente, y los dos permanecimos quietos, expectantes. Fue ella la que hizo el primer movimiento, o mejor dicho, la que dio el primer paso, apoyando, una vez más, su siguiente pie sobre la nota fa. Yo seguía mirándola, pero ella se había olvidado de mi existencia. Repitió sus pasos muchas veces, hacia atrás, hacia adelante…una y otra vez.
Se emocionó en cuestión de minutos. Había cogido velocidad y ahora acompañaba sus pasos con movimientos de todo su cuerpo. Se contoneaba con los brazos abiertos y mirando hacia el techo, como quien mira extasiado hacia el cielo mientras llueve en un día caluroso de verano.


[...]


madamme, (con tres emes de música).

2 comentarios:

sugu dijo...

esa historia es muy bonita.

y qué es de tu historia? dónde paras? y dónde pararás este año?


un abrazo, de los de abuela.

Muchacha.en.la.ventana dijo...

aiii, si es que no me canso de leerte!